«La rutina en la relación de pareja es cómoda, pero genera insatisfacción»
La psicóloga de nuestro centro Mireia Valera está especializada en psicopatología clínica y en terapia contextual de pareja y, dentro de ella, en terapia integrativa de pareja. En esta entrevista nos explica qué factores van instalando la rutina en una relación, cómo afecta la monotonía a la pareja y qué se trabaja en terapia para promover los cambios necesarios.
Vivimos vidas bastante pautadas por las obligaciones diarias, ¿la rutina es, per se, negativa?
La rutina no tiene por qué ser algo negativo: puede ser cómoda y práctica, y nos da seguridad en el día a día. De hecho, es muy positivo que en una familia se establezcan rutinas; sobre todo, cuando hablamos de la educación de los niños. Pero además de sus pros, la rutina en la relación de pareja también tiene sus contras.
¿Cuál es esta parte negativa?
Que la pareja va perdiendo la motivación inicial. Se acepta un ritmo de vida que resulta cómodo, pero que va generando insatisfacción porque no es estimulante.
Y termina afectando a la relación de pareja
Sí. Sin querer, se van repitiendo conductas que van diluyendo el vínculo entre los dos miembros de la pareja hasta que se distancian y dejan de hacer cosas juntos, al menos de forma espontánea como sí hacían antes.
¿Hay antídoto?
Sí, introducir elementos nuevos que nos motiven, que puedan generar nuevas conexiones entre la pareja y que nos permitan ver el beneficio de romper esa rutina.
No es tan fácil, pensarán algunas personas
Como en cualquier ámbito, se necesitan pautas para introducir un nuevo hábito. Pero a base de repetir esas pautas, al final conseguimos que el hábito se automatice.
¿Descuidamos la relación de pareja porque damos por hecho que el otro siempre estará ahí?
Por supuesto, depende de cada persona, pero es verdad que a veces este pensamiento de que el otro estará ahí siempre e incondicionalmente puede provocar que se pierda, por ejemplo, el incentivo de la seducción. Aunque también puede darse el caso contrario: personas que temen tanto perder al otro, que empiezan a intentar controlarlo.
«Para que se produzcan cambios, primero la pareja debe aceptar cuál es su situación»
Y consiguen el efecto contrario
Si, el miedo a que el otro les abandone provoca que quieran controlar tanto a su pareja que esta acaba distanciándose.
¿Deberíamos entender la relación de pareja como algo dinámico?
Desde luego. En una relación hay diferentes fases y estas fases son distintas en cada pareja. La única que es común a todas las parejas es la primera, la del enamoramiento, que tiene caducidad: normalmente, dura 4-6 años. Esta primera fase es la más intensa, entre otras razones porque se idealiza al otro.
Cuando nos enamoramos, ¿no vemos al otro como realmente es?
Lo que ocurre es que acentuamos lo que nos gusta de esa persona y minimizamos las características que nos disgustan. Con el tiempo esta imagen idílica va perdiendo fuerza y nos conformamos otra mucho más realista. Y aquí es cuando hacemos una valoración y decidimos si queremos seguir con la otra persona o no. Por esta razón, muchas relaciones terminan a los cuatro o seis años.
¿Y si se decide continuar?
Entonces se pasa a una fase en la que la intensidad de las emociones es menor, pero en la que el vínculo con el otro aumenta porque se basa más en la amistad, el amor y el afecto que en el deseo.
¿Es posible renovar la pasión de los primeros años?
Sí, ¡y recomendable! Es verdad que no volveremos a la fase de enamoramiento porque es una fase irrepetible, pero podemos identificar aquellas cosas que no nos satisfacen, o que no nos satisfacen en la misma medida, e intentar actuar sobre ellas.
¿Cómo se logra?
Creando contextos nuevos, más estimulantes y atractivos, que nos motiven a probar experiencias nuevas o a volver a vivir otras que hace tiempo que no experimentamos. Y para esto es muy importante escuchar cuáles son las demandas sexuales y afectivas del otro, y tenerlas en cuenta a la hora de volver a tener esa intimidad.

¿Podemos volver a ver al otro con otros ojos? ¿cambiar la mirada?
Si, pero no se trata de volver a ver al otro como lo veíamos al principio, cuando lo conocimos. Es un hecho que la convivencia desgasta la relación de pareja, pero la cuestión es que tendemos a prestar más atención a lo que nos disgusta del otro. Lo que nos gusta lo damos por hecho. Hay que cambiar esa tendencia para tener una mirada mucho más realista y objetiva de cuál es la situación, porque esto nos proporcionará mucha más información, un punto de vista más ajustado y hará que la relación sea mucho más satisfactoria.
¿Qué más podemos hacer?
Es muy importante que dejemos de tener la tendencia al juicio: caemos continuamente en comparar y juzgar al otro diciendo lo que nos gusta y lo que no. En lugar de tener esta actitud, deberíamos adoptar la mirada de la que hablaba antes para saber que la situación es la que es y ver si la podemos cambiar o si debemos aceptar que no y terminar la relación.
¿Todo este proceso es el que ayudas a hacer a las parejas en consulta?
Sí. Lo primero que hacemos es un análisis funcional de cuáles son las situaciones conflictivas. Este análisis primero lo hacemos conjuntamente, con los dos miembros de la pareja porque para ellos suele ser muy revelador.
¿Por qué es tan revelador?
Porque se dan cuenta de cómo funcionan ellos en estas situaciones.
Explícanos un poco más el trabajo que hacéis en las sesiones
Vemos qué propicia esas situaciones, cuándo y dónde se producen, de qué manera tienen lugar, qué ocurre después, cuál es el papel de cada uno, qué factores provocan que la situación perdure, qué otros factores podrían generar un cambio, etc. Fundamentalmente se trata de ver cuáles son las consecuencias de nuestros actos; actos que tenemos tan interiorizados que no somos ni conscientes de ellos. Y aquí es muy importante la visión que nos aporta el otro porque, normalmente, no se corresponde con la nuestra.
¿Y después?
Generamos un proceso de aceptación de esas situaciones porque, paradójicamente, desde la aceptación de eso que nos disgusta, se puede empezar a promover el cambio. Es decir, para que se produzcan cambios, primero la pareja debe aceptar cuál es su situación.
¿Por qué?
Porque a la hora de iniciar el cambio (cambios de actitud, de patrones, etc.) ambos se sentirán mucho más seguros si sienten que el otro acepta que la situación es la que hemos analizado.
«La rutina es producto de la convivencia y del estrés diario; en cambio, la indiferencia suele ser el resultado del distanciamiento emocional»
¿Cuál es el siguiente paso?
Generar intercambios empáticos: escuchar a la otra persona, querer saber qué nos está expresando en lugar de tener como objetivo contestar enseguida a lo que dice.
Escuchamos poco
Sí, muy poco. Y por eso, a veces, hago que uno de ellos diga con sus propias palabras lo que acaba de expresar el otro, para ver qué es lo que ha entendido y cómo lo ha entendido; si se ajusta a lo que ha dicho la otra persona.
¿Para ver si hay empatía?
Sí, cuando uno es consciente de lo que realmente ha dicho la otra persona, es capaz de ponerse en su piel y ver la situación desde su prisma. Esto genera mucha comprensión. Normalmente, como terapeuta, uno se da cuenta de que la pareja tiene muchas dificultades de comunicación e intervenimos directamente para ayudarlos en este aspecto. Y también trabajamos la regulación emocional.
¿En qué consiste la regulación emocional?
En conseguir disminuir la intensidad emocional que provocan las situaciones conflictivas. Desde la calma que logramos al disminuir la intensidad de las emociones, la pareja puede ver con mucha más claridad cualquier situación. Yo trabajo mucho la regulación emocional tanto en las sesiones conjuntas como en las individuales.
¿Rutina e indiferencia son lo mismo?
No, la rutina es producto de la convivencia y del estrés diario; en cambio, la indiferencia suele ser el resultado del distanciamiento emocional. La indiferencia proviene más del conflicto que de la monotonía. Cuando hay conflictos y noto que mi pareja no me entiende, cuando hay una asimetría en la responsabilidad de las tareas domésticas, cuando siento que mi pareja es muy dominante y que mi papel se empequeñece en la relación, cuando no se es capaz de llegar a un acuerdo sobre la crianza de los hijos, entonces me distancio y me empiezo a mostrar indiferente. Es cuando las posiciones se polarizan y empezamos a culpar al otro. Estas situaciones ocurren y también las tratamos en terapia porque se pueden reconducir.
¿Hasta qué punto mantener espacios propios es positivo en una relación de pareja?
Es una cuestión de equilibrio: no es bueno intentar absorber al otro, pero tampoco lo es la independencia excesiva. Como tampoco es saludable la codependencia, que también se da en algunos casos. Cada miembro de la pareja debe tener sus propias aficiones y amigos, y reservar una parcela de su vida para compartirla con el otro. Hay que poder disfrutar con el otro y sin el otro.
¿Y si se tienen inquietudes muy diferentes?
Esto suele darse en parejas que llevan mucho tiempo juntas, cuando cada miembro de la pareja ha ido evolucionando en una dirección diferente. En estos casos, la independencia de la que hablábamos antes cobra más importancia, pero esto no significa que no haya que buscar momentos de conexión, experiencias que se puedan compartir y que enriquezcan la relación; a no ser que la distancia entre los caminos escogidos por cada miembro de la pareja sea insalvable y tengan que plantearse la posibilidad de dejar la relación. Pero si, por ejemplo, uno de los miembros no está satisfecho con cuál ha sido su propia evolución, también se le puede ayudar. Depende mucho de las expectativas y de la motivación de cada pareja.
¿Y si uno de los dos miembros de la pareja se ha descuidado físicamente y esto afecta al deseo?
La evolución física y el cuidado de la imagen personal también pueden afectar al deseo. De la misma forma que también es muy importante la manera en que nos vemos a nosotros mismos porque eso repercute en la imagen que proyectamos. Si en terapia identificamos esta cuestión como una necesidad o demanda, también se puede trabajar porque es algo bastante sencillo de modificar introduciendo ciertos hábitos. No obstante, este tema no suele aparecer como una cuestión esencial dentro de la terapia: en todo caso, aparece como tema secundario.
¿Cada vez hay más relaciones de pareja abiertas? ¿funcionan como un antídoto de la rutina?
Sí, cada vez vemos más parejas en terapia que mantienen una relación abierta. Si este tipo de relación está realmente consensuada por las dos personas, no hay ningún problema. Pero no siempre es así. En mi experiencia, el tema de las relaciones abiertas sale más en las terapias individuales o en las sesiones individuales de terapia de pareja, y lo que veo es que muchas de estas personas tienen dudas sobre cómo este tipo de relación está influyendo en la que tienen con su pareja. En estos casos en los que uno tiene serias dudas sobre el papel que está aceptando en la pareja, hay que intervenir porque algo está fallando y puede provocar que la persona se envíe a sí misma mensajes que no son positivos y que están relacionados con la valoración que hace de sí misma.
Por último, háblanos de la infidelidad
Es un tema recurrente en terapia. La infidelidad no es consensuada, por lo que implica engaño y genera un daño profundo en el otro y fisuras graves en la pareja. A veces surge desde un inicio porque el otro se ha enterado de la infidelidad, pero está dispuesto a dar una última oportunidad a su relación de pareja y acuden los dos para intentarlo. Otras veces surge en la terapia individual y la persona explica que su pareja no lo sabe. Pero cuando viene una pareja a hacer terapia, siempre les informo de que, si uno de los dos está teniendo otra relación fuera de la pareja y no está dispuesto a que el otro lo sepa, no podremos continuar con la terapia, ya que esta es una de las máximas de la terapia integrativa de pareja.
¿Por qué?
Porque la terapia de pareja no sería efectiva, a menos que la persona que está siendo infiel decida terminar su relación con esta tercera persona. Lo que sí hacemos en algunos casos, cuando la persona no quiere decírselo a su pareja, es iniciar una terapia individual para tratar la situación y reconducirla.
Si quieres hacernos una consulta sobre este tema, no dudes en ponerte en contacto con nuestro equipo de psicólogos.