«No divorciarse por los hijos no les ahorra sufrimiento, al contrario»
El psicólogo Pau Novella está especializado en terapia familiar y, dentro de este ámbito, en la terapia de gestión de separaciones y divorcios. En esta entrevista nos explica por qué algunos de estos procesos de separación son tan traumáticos y cómo se trabaja en terapia para que las parejas puedan gestionar y cerrar bien esta etapa de su vida para abrir una nueva sin dañarse a sí mismos ni a los hijos.
España es uno de los países con mayor tasa de divorcios
Sí, es el segundo país de la Unión Europea con mayor tasa de divorcios y la mayoría de las parejas que se divorcian tienen hijos menores. Lo preocupante es que muchos de estos divorcios son contenciosos; es decir, son muy traumáticos para toda la familia. Este sufrimiento podría evitarse con una buena gestión de todo el proceso.
Parece inevitable que un divorcio sea traumático
No, en absoluto. Lo que ocurre es que algunas personas viven su divorcio como un duelo muy parecido al de la muerte y no levantan cabeza en muchos años, o quizá nunca. Se posicionan pasivamente delante de su sufrimiento.
¿Qué quieres decir?
Que se instalan en la queja teniendo en cuenta únicamente lo que hace el otro, sin querer revisar nada más. Esto resulta mucho más sencillo que ir al psicólogo y hablar de lo que les está ocurriendo para tratar de resolverlo. Quejarse de lo que hacen los demás no es una premisa de felicidad: es un síntoma de baja autoestima y de no haber hecho ningún trabajo personal.
¿Adoptan una posición de víctimas?
Sí, y no se plantean nada respecto a sí mismos. Son las personas que se lamentan con frases como “A mí siempre me dejan”, “Las relaciones no me duran nunca más de cuatro años”, etc. Si uno ha tenido cuatro o cinco relaciones que han terminado igual, hay que preguntarse qué ocurre.
Pero es duro cuando la separación no es de mutuo acuerdo
Yo creo que las relaciones humanas son como un viaje: uno debe saber con quién se va de viaje y adónde va. Si hay una persona que te está diciendo que no quiere hacer ese viaje contigo, no tienes otra opción que asumirlo, por muy duro que sea. Las relaciones se basan en la reciprocidad, en compartir y, sobre todo, en el respeto a la voluntad del otro.
«La evolución psicológica y personal se basa en eso: en aprender de nuestras relaciones. Hay quien no aprende nada de un divorcio»
¿Qué puede ayudar a asumirlo?
Ver la situación como una oportunidad para aprender. Escuchar muy bien qué es lo que a la otra persona la ha llevado a tomar la decisión y aprender de eso para no repetir el error. La evolución psicológica y personal se basa en eso: en aprender de nuestras relaciones. Hay quien no aprende nada de un divorcio.
Y hay quien escoge mal a su pareja una y otra vez
Sí, así es. Hay quien se sitúa en la vida como salvador y busca parejas instaladas en el rol de víctimas, y al revés. Estos roles todavía están muy presentes en nuestra sociedad: en los cuentos para niños, en algunos juguetes, etc. Se promueven valores que no tienen nada que ver con el amor: el atractivo físico, la posición económica o social, etc. Una relación de pareja siempre tiene que estar basada en la igualdad. Y para que perdure, cada uno tiene que cultivar sus aficiones, sus amistades propias, etc., además de hacer cosas en común. Si en una relación de pareja no hay oxígeno, te ahogas.
¿En qué estado emocional está la persona que toma la decisión de separarse?
A menudo, me encuentro pacientes que buscan la receta ideal para poder comunicarle a su pareja que quieren divorciarse: quieren encontrar las palabras adecuadas, el momento idóneo, etc. Pero no existe esta receta. Por otro lado, es casi inevitable que la persona que ha tomado la decisión de separarse no sufra: probablemente, sentirá que ha fracasado en su relación de pareja; una relación por la que en su día apostó. Todavía hay muchas personas que piensan que el amor debe durar toda la vida, pero esto no siempre es así: las personas evolucionamos y los sentimientos pueden transformarse. Ahora bien, que uno sienta que sus sentimientos han cambiado, no significa que no lo viva con tristeza. En una separación o divorcio siempre se pierden cosas.
«Nos han hecho creer que si el amor no es para siempre es un fracaso. Ese es el gran engaño»
¿Cómo se debería vivir un divorcio?
Un divorcio debería entenderse como un punto de inflexión en la vida, como el comienzo de una nueva fase del ciclo vital.
Pero no siempre es fácil
Nos han hecho creer que si el amor no es para siempre es un fracaso. Ese es el gran engaño. El amor hacia un hijo, o hacia una madre, sí es para siempre. Pero en una pareja, el amor dura mientras se siente y se mantiene vivo. A mí lo que más me duele como terapeuta es que una persona piense que ha fracasado en la vida porque su relación ha terminado. Es normal que pase un tiempo hasta que uno encuentra el modo de reconstituir su vida, pero ahí es cuando, si la situación sobrepasa nuestros recursos para gestionar la situación, hay que buscar ayuda especializada.
Antes de iniciar esa etapa nueva, ¿hay que cerrar algunas cosas bien?
Para iniciar una etapa nueva, primero hay que cerrar muy bien la relación que se ha terminado. Si ambos, mientras han estado juntos, han sido amigos, probablemente se respeten y eso les permitirá establecer un buen proceso comunicativo en el que prevalezca la sinceridad, se pongan todos los temas sobre la mesa y no se tenga como objetivo hacerle daño al otro.
¿Y si ese proceso comunicativo no es bueno?
Es cuando aparecen sentimientos muy negativos y se llega a situaciones dañinas, como la utilización de los hijos. Hay personas que no tienen la madurez psicológica ni afectiva para hacer frente a una situación de divorcio. La gente habla mucho del coste económico de los divorcios, pero en estos casos, el coste humano es enorme. Por eso hablo de respeto: respeto hacia uno mismo, hacia la persona que ha sido tu pareja hasta entonces, respeto a los hijos y al resto de la familia.
«Los adultos están sumergidos en su proceso de duelo, inmersos en su dolor, en su rabia o en su rencor, y pierden de vista el dolor que generan en sus hijos o, simplemente, no lo ven»
Hablemos de los hijos
Son los que reciben un mayor impacto y los más vulnerables en un proceso de divorcio. Hay que saber cómo comunicárselo en función de la edad que tengan y gestionar el proceso de separación teniendo presente que en los siguientes años de su vida se desarrollarán psicológica y afectivamente en función de cómo los padres hayan llevado a cabo el proceso. Y esto es algo que los padres no suelen hacer bien.
¿Por qué?
Porque los adultos están sumergidos en su proceso de duelo, inmersos en su dolor, en su rabia o en su rencor, y pierden de vista el dolor que generan en sus hijos o, simplemente, no lo ven. Es fundamental que el terapeuta recoja muy bien las emociones de cada uno de los cónyuges y que les transmita la importancia de que aprendan a tener una buena comunicación por el bien del futuro de sus hijos, tanto durante el proceso de divorcio como después. La responsabilidad de los padres de cara a ellos es muy grande. Yo recomiendo hacer una terapia, aunque sea breve, para que este proceso se realice bien.
¿Son necesarias muchas sesiones de terapia?
Normalmente, con cinco sesiones es suficiente. Son pocas, pero fundamentales: una mala separación puede tener un impacto devastador para los hijos.
¿Qué consecuencias tiene para los hijos?
Que esa familia se articulará alrededor de enormes perjuicios: se harán bandos de “buenos y malos” y los hijos se verán obligados a ser leales a un bando o a otro, lo que les causará un gran sufrimiento, ya que ese modelo relacional es el que ellos también seguirán en sus vidas, y no les hará felices. En otros casos, los mejores, los padres sí ven el dolor de sus hijos y lo traen a terapia. Pero eso no basta.
¿Por qué no es suficiente?
Porque yo puedo ayudar al hijo en su dolor, pero si sus padres no aprenden a gestionar su propio dolor, especialmente en la relación con sus hijos, seguirá habiendo dificultades. Por esto insisto en que la terapia familiar en la gestión de separaciones y divorcios es muy importante.
¿Llevar a terapia únicamente al hijo es una forma de escurrir el bulto?
Pues sí, así es. A los adultos les es muy fácil traer a su hijo a terapia en estas situaciones, pero les cuesta mucho venir ellos. Muchos padres creen que nuestro trabajo, como terapeutas, es decirles lo que tienen que hacer, pero ese no es nuestro cometido: nuestro trabajo es ayudarles a que saquen sus propios recursos para resolver bien la situación y también ayudarles a generar los cambios que les permitan vivir con plenitud en el futuro.
¿La gente todavía tiene prejuicios a la hora de ir al psicólogo?
Sí, todavía hay cierto temor al qué dirán, pero buscar ayuda es algo que no se deberían ni cuestionar en estas situaciones. Y hay algo más que me parece importante.
¿Qué es?
Que respetamos muy poco la voluntad de los demás. A veces, un adulto le comunica a sus padres y/o amigos que se quiere divorciar y en lugar de recibir su apoyo, empiezan a preguntarle si ya se lo ha pensado bien y a presionarle para que cambie su decisión. Esta falta de respeto a la voluntad de uno también la veo mucho en los adolescentes: no respetan la voluntad del otro. Y ocurre lo mismo en otro tipo de casos: con personas, por ejemplo, de cincuenta años o más que deciden cambiar de profesión y no encuentran apoyo en su familia.
¿La terapia de gestión de separaciones y divorcios es útil en otro tipo de casos?
Sí, por ejemplo, hay parejas que vienen a consulta de mutuo acuerdo porque están considerando la posibilidad de divorciarse: sus sentimientos se han enfriado o tienen problemas en su relación y quieren ver si esta es recuperable.
¿Algún caso más distinto?
Sí, veo muchas personas en terapia individual que querrían divorciarse, pero la situación económica que tienen se lo impide. Es una realidad frecuente y, en muchas ocasiones, tremenda. Estas parejas conviven, pero sin encontrarse: no son compañeros, no tienen una relación de confianza ni de amistad. Y viven así muchos años o toda la vida. En las generaciones anteriores esto ocurría a menudo, aunque se silenciara. Hoy la sociedad ha cambiado mucho en lo que a los prejuicios sobre el divorcio se refiere, pero, desgraciadamente, la situación económica actual provoca que haya parejas que no pueden divorciarse. Una situación así puede provocar mucha amargura y, normalmente, los más perjudicados son los hijos.
«Que un hijo no vea a su padre o a su madre feliz es nefasto: es darle un modelo de patrón relacional equivocado que, probablemente, le impida ser feliz»
Pero también hay parejas que dicen no separarse por el bien de los hijos
Esto es un autoengaño. Y es cruel.
¿Por qué es cruel?
Porque si tú no estás bien con tu pareja, tu hijo lo va a notar. Que un hijo no vea a su padre o a su madre feliz es nefasto: es darle un modelo de patrón relacional equivocado que, probablemente, le impida ser feliz. Cuando la pareja no funciona, decidir no divorciarse por los hijos no les ahorra sufrimiento, al contrario. Los hijos se dan cuenta de todo, sobre todo, a partir de la adolescencia.
¿Pueden sentirse utilizados?
Desde luego. Estas parejas están abocadas a poner a sus hijos en medio del conflicto. Y de una manera sistemática porque, lo más probable es que su comunicación empeore con el transcurso del tiempo.
Si quieres hacernos una consulta sobre este tema, no dudes en ponerte en contacto con nuestro equipo de psicólogos.